A MODO DE INTRODUCCIÓN
Debido a que he tenido que cruzar el Atlántico durante las vacaciones de Semana Santa, la entrada actual se basa en una novela entretenidilla, ideal para las largas esperas en los aeropuertos. Su autora, de gran éxito popular por culpa de este reciente boom de novela negra nórdica que nos rodea (¡cuánto daño has hecho, Stieg!), fue incluso ministra de Justicia de Noruega.
La acción tiene lugar en Oslo, aunque la importancia en el desarrollo de la trama de la turística y coqueta Villefranche-sur-Mer nos resulta muy útil para efectuar un agradable viaje a la Riviera francesa desde nuestro sillón de orejas. Y sólo por conocer los frescos que el escritor y pintor francés Jean Cocteau realizó en una pequeña iglesia de dicha localidad, ya merece la pena la lectura.
La acción tiene lugar en Oslo, aunque la importancia en el desarrollo de la trama de la turística y coqueta Villefranche-sur-Mer nos resulta muy útil para efectuar un agradable viaje a la Riviera francesa desde nuestro sillón de orejas. Y sólo por conocer los frescos que el escritor y pintor francés Jean Cocteau realizó en una pequeña iglesia de dicha localidad, ya merece la pena la lectura.
Breve sinopsis
En la ciudad de Oslo, una conocida presentadora de televisión aparece asesinada en su domicilio. El superintendente Yngvar Stubo y la que fuera profiler del FBI Inger Johanne Vik, son requeridos para llevar a cabo la investigación. Pareja tanto en la vida real como en la profesional, Sutbo y Vik se muestran reticentes a llevar el caso ya que acaban de ser padres; sin embargo, se ven forzados a aceptarlo dada la naturaleza del mismo. Todo apunta a un asesino en serie de gusto perverso que se deleita escenificando sus crímenes. Mientras Stubo se vuelca en el análisis meticuloso de los detalles que rodean cada crimen, Vik ahonda en una teoría que coge fuerza a medida que traza el perfil del presunto asesino: la posible conexión entre los hechos presentes y su pasado como miembro del FBI.
(Seguimos la edición de Roca Editorial, 2008, traducción de Cristina Gómez Baggethun)
Capítulo 2
Era de noche en Tåsen. (…) En la calleja tras la valla del fondo del jardín había tres tristes farolas.
Tasen (barrio de Oslo, Noruega)
(…) El cielo estaba claro y negro. Hacia el noreste, sobre el cerro de Grefsen, Inger Johanne veía una constelación de estrellas que le parecía reconocer.
Oslo desde el cerro de Grefsen
La fama de la Riviera era exagerada. Villefranche era un pueblo falso, para turistas. Hacía mucho que carecía de toda verdadera realidad, pensaba ella.
Villafranche-sur-mer (Riviera francesa)
Capítulo 4
Llevaba zapatos de tacón en el lodazal que se forma en invierno en la calle Karl Johan (…)
Calle Karl Johan (Oslo)
Así la había visto él: simple, superficial y con picardía callejera. Poco cultivada, creía; en una entrevista se desveló que llamaba a su escritora favorita, Ayn Rand, por el nombre de pila. Dejó pasar el dedo lentamente por el lomo de los libros de las estanterías, bien surtidas, que cubrían dos de las paredes del salón desde el suelo hasta el techo. The Fountainhead, desgastado y leído de cabo a rabo, estaba junto a una edición de bolsillo de Atlas Shrugged.
La noche se aproximaba y pensaba servirse otra copa del buen vino del casco viejo. La luz del faro de Cap Ferrat la alcanzaba en rítmicas oleadas cuando se puso de nuevo a contemplar la bahía. Hacia el norte, a lo largo de los caminos que atravesaban los abruptos terrenos, había luces encendidas.
Faro de Cap Ferrat (Francia, Costa Azul)
Bahía de Cap Ferrat (Francia)
Capítulo 6
Sobre el cabecero de la cama colgaba una reproducción gigante de La historia, de Munch.
La Historia (Munch)
Estaba de pie junto al busto de bronce de Jean Cocteau. Un remiendo con rasgos corrientes, dictaminó, como si un niño hubiera estado jugando con cera derretida y a alguien de pronto se le hubiera ocurrido la idea de perpetuar aquel ensayo carente de todo talento.
Bronce de J. Cocteau en Villafranche
La escultura estaba situada al borde del muelle, a algunos pasos de la pequeña capilla que el propio Cocteau había decorado. Cobraban por entrar. Por eso sólo había visto los frescos de refilón.
Capelle Saint Pierre (Villafranche, Francia)
Frescos de Cocteau en la Chapelle Saint Pierre (Villafranche)
La iglesia de Saint Michel, que estaba en la colina, se le hizo insoportable con su estilo kitsch católico (…)
Iglesia de Saint Michelle (Villafranche)
Iglesia de Saint Michelle (portada)
Capítulo 7
—Sigues teniendo coartada, Trond.
Capítulo 8
La tormenta se había calmado. El viento todavía soplaba ligeramente, pero, hacia el sur, la capa de nubes se había resquebrajado en jirones azul claro. La lluvia había aplastado y había podrido la nieve sucia de los jardines y las cunetas. Inger Johanne procuraba evitar los peores charcos maniobrando el cochecito por la estrecha acera de Maridalsveien.
Maridalsveien (barrio de Oslo)
Capítulo 9
—La mandé fuera —dijo—. Mandé a Fiona a casa de mi hermana en Dokka. Lo suficientemente recóndito. Lo suficientemente desierto como para mantener a raya las preguntas.
Dokka (Noruega)
—Un boli —dijo Sigmund Berli dócilmente.
—Mont Blanc —dijo el patólogo—. El modelo se llama «Boheme». Adecuado, por lo que he leído en los periódicos. No quería extraerlo hasta que lo vierais.
Bolígrafo Mont Blanc, modelo Boheme
Tendría que haber elegido otro hotel. El hotel SAS, por ejemplo, con diseño de Arne Jacobsen y un personal discreto y cosmopolita. Allí se reunía casi de todo bajo un mismo techo, y podía dejar de salir.
Hotel SAS (vestíbulo)
Copenhague era como una ciudad noruega, demasiado noruega (…). Como una bandada de salmones llevados por el instinto, cruzaban una y otra vez la plaza del Ayuntamiento, corrían entre el Tívoli y Stroget, siempre el Tívoli y Stroget, como si Copenhague consistiera en una gran plaza con una casa de comidas en un extremo y una calle comercial sucia en el otro.
Plaza del Ayuntamiento (Copenhague)
Capítulo 11
Fue pulsando hasta llegar a una página con una retrospectiva sobre la institución. Sobre todo porque no sabía exactamente qué buscaba. Bajo una foto de una Star Spangled Banner ondeando, aparecía John Edgar Hoover retratado como un jefe eficaz, democrático y, en lo político, modélicamente neutral, y que ejerció como tal a lo largo de casi medio siglo.
Pulsó el vínculo con «The Academy». La fotografía del inmueble, encerrado en un hermoso parque con árboles amarilleados por el otoño, hizo que se le tensara la tripa. Inger Johanne no quería recordar Quantico, Virginia.
The Academy, Quantico (Virginia, USA)
El viento traía nieve pesada y fría del fiordo, y desanimaba a la mayoría de la gente. Ni siquiera había personas en la parada de taxis junto al Teatro Nacional, donde por lo general a esas horas se producían empujones y peleas.
Capítulo 12
Teatro Nacional (Oslo)
A lo largo de varios siglos, la gente había caminado por aquellas calles angostas, entre las casas bajas e inclinadas que se agolpaban las unas contra las otras. Las escaleras se metían sinuosas por estrechos callejones. Los pies habían golpeado contra los escalones de piedra, en el mismo sitio, año tras año, dejando un sendero pulido, y ella, en varias ocasiones, se había sentado en cuclillas para acariciarlo. Los brillantes surcos estaban fríos contra sus dedos. Se los llevaba a la boca y sentía una punzada salada en la punta de la lengua.
Estaba sola. En verano el sitio debía de ser insoportable. Incluso con las contraventanas echadas y las puertas de los comercios cerradas por el invierno, las huellas del turismo resultaban evidentes. Los puestos de suvenires estaban apiñados; en las diminutas plazas que se abrían en un par de lugares del centro del pueblo, podía ver las cicatrices de la rozadura de las sillas y de las incontables colillas apagadas contra los adoquines. Caminando sola a lo largo de muro contra el mar, se imaginaba el jaleo de las hordas de la temporada de verano: japoneses ruidosos y alemanes estridentes y sonrosados.
Había conducido de una sola tacada desde Copenhague, donde había dejado el coche en un aparcamiento anónimo mientras ella cogía el ferri a Oslo y volvía.
Puerto de Copenhague (con ferry a Oslo)
Capítulo 14
Una mujer mayor en Snarøya, al oeste de Oslo, era la única que conocía el verdadero motivo del suicidio. Ella nunca lo olvidó.
Snaroya (Noruega)
Capítulo 16La bandera. Pledge of Allegiance. Los monumentos. Nada es casualidad.
The Piedge of Allegiance (Juramento de Lealtad)
Esto azul…Señaló el fondo oscuro del emblema.
—¿Esto azul?
—…junto con la balanza en la parte alta del escudo, simboliza la justicia. El círculo contiene trece estrellas, que representan los trece estados que tenía Estados Unidos al principio. Estas rayas rojas y blancas de aquí son de la bandera. El rojo simboliza el valor y la fuerza. El blanco: la pureza, la luz, la verdad y la paz.
—Es obvio que les parecen más importantes el valor y la fuerza que la verdad y la paz —dijo Yngvar—. Puesto que hay más rayas rojas que blancas, quiero decir. (…)
(…) —¿Ves estas dos ramas? —Pasó la uña por las dos líneas de hojas que discurrían a ambos lados del escudo rojo y blanco del interior—. Laurel. Con una lupa podrías contar exactamente sesenta y cuatro hojas. Tantas como estados había en el país en 1908, cuando fue fundado el FBI.
Emblema de los Estados Unidos de América
Una vez tuve el placer de verlo en persona. En Saint Olaf’s College. En Minesota. Asistí a un ciclo de conferencias. Seguro que él no me recuerda.
Saint Olaf's college (Minesota, USA)
Capítulo 17
Wencke Bencke había pagado una suculenta factura en un restaurante junto al Dramaten, en el centro de Estocolmo.
Dramaten (Teatro Real Dramático, Estocolmo)
Jueves, 4 de Junio de 2004
Estoy leyendo esa novela en la edición que hace Público y me ha encantado poder ilustrar la lectura
ResponderEliminarMe alegra que te haya sido útil esta entrada del blog. Esa es su finalidad. Saludos ISMAEL
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarGracias mil por todos tus apuntes fotográficos de la novela. Comparto la opinión agradecida del otro compañero. Yo también las dquirí en la edición de kiosko de Público y me están encantando.
Saludos*